El discurso del Presidente

30 de octubre de 2005

¿Qué pasaba? Carcajadas estruendosas en el pabellón de afasia, precisamente cuando transmitían el discurso del Presidente. Habían mostrado todos tantos deseos de oír hablar al Presidente...

Allí estaba, el viejo Encantador, el Actor, con su retóri­ca habitual, el histrionismo, el toque sentimental... y los pacientes riéndose a carcajadas convulsivas. Bueno, todos no: los había que parecían desconcertados, y otros como ofendidos, uno o dos parecían recelosos, pero la mayoría parecían estar divirtiéndose muchísimo. El Presidente conmovía, como siempre, a sus conciudadanos... pero los movía, al parecer, más que nada, a reírse. ¿Qué podían es­tar pensando los pacientes? ¿No le entenderían? ¿Le enten­derían, quizás, demasiado bien?

Solía decirse de estos pacientes, que aunque inteligen­tes padecían la afasia global o receptiva más grave -la que incapacita para entender las palabras en cuanto ta­les-, que a pesar de eso entendían la mayor parte de lo que se les decía. A sus amistades, a sus parientes, a las en­fermeras que los conocían bien, les resultaba difícil creer a veces que fuesen afásicos.

Esto se debía a que si les hablabas con naturalidad cap­taban una parte o la mayoría del significado. Y, natural­mente, uno habla «naturalmente».

En consecuencia, el neurólogo tenía que esforzarse mu­chísimo para demostrar su afasia, hablar y actuar no-­naturalmente, para eliminar todas las claves extraverba­les, el tono de voz, la entonación, la inflexión o el énfasis indicadores, y además todas las claves visuales (expresio­nes, gestos, actitud y repertorio personales, predominante­mente inconscientes; había que eliminar todo esto (lo que podía entrañar ocultamiento total de la propia persona y despersonalización total de la propia voz, teniendo que lle­gar incluso a servirse de un sintetizador de voz electrónico) con objeto de reducir el habla a las puras palabras. Sólo con este género de ha­bla groseramente artificial y mecánica (bastante parecida a la de los ordenadores de la serie de televisión, Star Trek) podía estar uno plenamente seguro, con los pacientes más sensibles, de que padecían afasia de verdad.

¿Por qué todo esto? Porque el habla (el habla natural) no consiste sólo en palabras. Consiste en expresión (una manifestación externa de todo el sentido con todo el propio ser), cuya comprensión entraña infinitamente más que la mera identificación de las palabras. Ésta era la clave de aquella capacidad de entender de los afásicos, aunque no entendiesen en absoluto el sentido de las palabras en cuanto tales. Porque aunque las palabras, las construcciones verbales, no pudiesen transmitir nada, por si mismas, el lenguaje hablado suele estar impregnado de «tono», engasta­do en una expresividad que excede lo verbal... y es esa expresividad, precisamente, esa expresividad tan profun­da, tan diversa, tan compleja, tan sutil, lo que se mantiene intacto en la afasia, aunque desaparezca la capacidad de entender las palabras. Intacto... y a menudo más: inexplica­blemente potenciado... ­

Esto es algo que captan claramente (con frecuencia del modo más chocante o cómico o espectacular) todos los que trabajan o viven con afásicos: familiares, amistades, enfer­meras, médicos. Puede que al principio no nos fijemos ­­mucho pero luego vemos que ha habido un gran cambio, casi una inversión, en su comprensión del habla. Ha desaparecido algo, está destruido, no hay duda... pero hay otra cosa, en su lugar inmensamente potenciada de modo que (al menos en la expresión cargada de emotividad) el paciente puede captar plenamente el sentido aunque no capte ni una sola palabra. Esto, en nuestra especie “Homo loquens”, parece casi una inversión del orden habitual de las cosas: una inversión, y quizás también una reversión a algo más primitivo y más elemental.

De ahí la sensación que yo tengo a veces, que tenemos todos los que trabajamos en estrecho contacto con afási­cos, de que a un afásico no se le puede mentir. El afásico no es capaz de entender las palabras, y precisamente por eso no se le puede engañar con ellas; ahora bien, él lo que capta lo capta con una precisión infalible, y lo que capta es esa expresión que acompaña a las palabras, esa expresividad involuntaria, espontánea, completa, que nunca se puede deformar o falsear con tanta facilidad como las palabras…

Comprobamos esto en los perros, y los utilizamos muchas veces con este fin, para desenmascarar la falsedad, o la mala intención, o las intenciones equívocas, para que nos indiquen de quién se puede uno fiar, quién es íntegro, quién es de confianza, cuando, debido a que somos tan susceptibles a las palabras, no podemos fiarnos de nuestros instintos.

Y lo que un perro es capaz de hacer en este campo, son capaces de hacerlo también los afásicos, y a un nivel humano y inconmensurablemente superior. “Se puede mentir con la boca”, escribe Nietzsche, “pero la expresión que acompaña a las palabras dice la verdad”. Los afásicos son increíblemente sensibles a esa expresión, a cualquier falsedad o impropiedad en la actitud o la apariencia corporal. Y si no pueden verlo a uno (esto es especialmente notorio en el caso de los afásicos ciegos) tienen un oído infalible para todos los matices vocales, para el tono, el timbre, el ritmo, las cadencias, la música, las entonaciones, inflexiones y modulaciones sutilísimas que pueden dar (o quitar) verosimilitud a la voz de un ser humano.

En eso se fundamenta, pues, su capacidad de entender… Entender, sin palabras, lo que es auténtico y lo que no. Eran, pues, las muecas, los histrionismos, los gestos falsos y, sobre todo, las cadencias y tonos falsos de la voz, lo que sonaba a falsedad para aquellos pacientes sin palabras pero inmensamente perceptivos. Mis pacientes afásicos reaccionaban ante aquellas incorrecciones e incongruencias tan notorias, tan grotescas incluso, porque no los engañaban ni podían engañarlos las palabras.

Por eso se reían tanto del discurso del Presidente.

Oliver Sacks
"El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"

2 secretos:

Anónimo dijo...

Interesante virtud esa de la afasia!! Estoy en la biblio con yeray que ya ha empezado a estudiar. Son las 9.26, empezaré a las y media. Esta mañana estoy de mala leche por el madrugón. Encima sigo mal del estómago y, para colmo, me acabo de enterar de lo de Leonor: para un día que me gustaría haberme quedado viendo la tele... Bueno, tampoco programé el video para lo de las Gilmor (que desastre) y esta noche tendré que trasnochar...

Muchos besos!

Anónimo dijo...

Muy interesante lo de los afásicos. He de confesar que no lo sabía (son tantas las cosas que ignoro), pero en fin... Ojalá tuviese yo esa capacidad de poder discernir la verdad de la mentira independientemente de lo que me estuvieran diciendo. Ser una especie de polígrafo ambulante.

Bueno, pórtate bien y nos vemos el jueves (me debes una clase de inglés)
Besos