Esbozo de sexo

25 de marzo de 2009


Carnal, existencialista, espiritual… Puede que haya tantos sentidos del sexo como encuentros que se entrelazan. O como cuerpos y almas que lo crean. O como soplos de sueños, delirios y furias.

No hables, no susurres, no grites. Aliena a mundos terrenales todas las palabras. En ellas no está la respuesta. Entre ellas no hay refugio posible. Acoge en silencio mis miedos y engáñalos. Lucha contra ellos y domínalos, somételos sin piedad. Enloquece mi juicio para que me aferre a ti, alucina mi imaginación hasta que resultes deidad. Conquista mi rendición, convénceme, por un segundo, de que puedes redimirme. Libérame de este peso existencial durante tan solo un destello. Únicamente.

Luego déjame abrir lentamente los ojos para descubrirte tan mortal como yo. Entonces puedes abrazar mi tristeza mientras llora la resignación.

Hasta que volvamos a ser preludio otra vez.



A uno de mis cuadros favoritos de Lucian Freud.


Realismos

19 de marzo de 2009

Haciendo un ejercicio de realismo no me queda otra que asumir que no tengo tiempo para escribir. Así que les traigo algo que he leído (tampoco es que pueda leer mucho, pero tengo mis imprescindibles) y me ha gustado. Mucho.

Lo leí en escolar.net

He visto a misioneros y misioneras ejemplares repartir preservativos en hospitales y dar misas en lugares que si existiera dios se aparecería cada día porque allí no basta con un milagro. Recuerdo a una monja en un centro clínico de Ruanda. Le regañé entre bromas. “Madre; no sabe que el Vaticano tiene prohibido el condón”. Tras mirarme como si fuera un extraterrestre, replicó: “El 5º Mandamiento dice No matarás, y esto aquí es una cuestión de vida y muerte”. Cuando intenté seguir, me cortó posando su mano sobre la mía: “Si tengo que elegir entre el Vaticano y Dios yo ya he hecho mi elección”.

Ramón Lobo, el Papa, África y el condón

Festival de cine de LPGC

5 de marzo de 2009



Creo que he llegado a la edad en la que, cuando algo que he visto nacer cumple diez años, no puedo evitar sentir el vértigo del paso del tiempo.

Mañana se inaugura la 10º edición del Festival de Cine de mi ciudad. Este año, nuevamente, no podré asistir y el exilio me duele más que nunca por ello.

Diez años de Festivales y todo un referente para medir mi metamorfosis vital en este tiempo.

El festival bebé llegó en el mejor momento. Aún estudiante, pude dedicarle toda mi atención. Lo disfruté como sé que ya jamás lo haré. Todo un legado de películas inolvidables que permanecerán para siempre ligadas a esas primeras ediciones y a mi irrepetible caballero cómplice de cine.

El festival niño me dio otra perspectiva. Coincidió con el momento de mi vida en el que, por alguna razón que aún no he descubierto, decidí pasar de disfrutar plena y despreocupadamente de las cosas para implicarme en ellas. Y ahora también echo de menos el agobio de la gente preguntándolo todo, el vestíbulo de las salas vacías, salir y entrar de una sala a otra como Pedro por su casa, hablar con la taquillera, observar a otros viendo películas, mi acreditación... Y hasta los celos de un novio que cree que el festival le roba un poco de mí.

El festival joven únicamente puedo leerlo en los periódicos. Sé que existe porque sale en la tele y he visto el cuadrante de turnos. Su materialidad me es ajena, a mi vida actual sólo puede aportarle añoranza.

El festival adulto es futuro, futuro incierto pero proyectado en mi imaginario privativo como la reconciliación, la reanudación de una relación maravillosa e imperecedera. Porque me esfuerzo para poder volver a permitirme el lujo de abandonarme a películas totalmente desconocidas, que de repente me regalen una gran sorpresa. Porque adoro encontrarme con historias inesperadas.

Feliz décimo cumpleaños. Cuando apaguen las velas, ustedes que pueden, soplen muy fuerte.