Los trabajadores tienen miedo, miedo a la reforma laboral. Un miedo fundamentado y motivado por una realidad sobrevenida vía Real Decreto. Pero es a otro miedo al que aluden para no secundar una huelga general convocada para luchar contra esa amenaza real. El miedo al empresario, que amaga con despido y otro tipo de represalias si se acude a la huelga.
Y entonces, me viene a la cabeza este conocido cuento:
Unos científicos colocaron en una jaula cinco monos, una escalera y sobre ella unos cuantos plátanos.
Cada vez que un mono subía la escalera para comer, el resto sufría una descarga eléctrica, así que después de algún tiempo, en cuanto un mono se aproximaba siquiera a la escalera, los otros le golpeaban.
Pasados unos días, ningún mono subía la escalera a pesar de la tentación de las bananas.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos y la primera cosa que hizo fue, lógicamente, intentar subir la escalera. Por lo que el resto le dieron una tremenda paliza.
Después de bastantes golpes, el nuevo integrante del grupo jamás volvió a pretender subir más la escalera, aunque nunca supo el porqué de tales palizas.
Cuando un segundo mono fue sustituido y sucedió lo mismo, el primer sustituto participó con entusiasmo en la agresión al novato.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. Llegó después un cuarto y, finalmente, el quinto de los veteranos también fue sustituido.
Los científicos se quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, a pesar de que jamás habían recibido una descarga eléctrica, continuaban golpeando a aquel que intentaba llegar a los plátanos.
Si hubiera sido posible preguntar a cualquiera de esos cinco monos porqué pegaban a aquellos que intentaban subir la escalera, con certeza la respuesta simplemente hubiese sido:
"No lo sé, aquí las cosas siempre se han hecho así".
Los trabajadores están en contra de la reforma laboral y quieren luchar contra ella. Pero secundar la huelga general puede comportar consecuencias negativas. Dichas consecuencias supondrán un castigo ejemplarizante para el resto de trabajadores, que aprenderán que el ejercicio y la defensa de los derechos legítimos conllevan una respuesta represiva. Y lo que se aprende se enseña. Y así será como, con el tiempo, no mucho, nadie se reconocerá derechos, nadie los reinvidicará y nadie los disfrutará... sin saber porqué. Y así será como los empresarios nos sujetarán con hilos invisibles y nos harán bailar a su son. Y así será como los trabajadores pasaremos de ser personas con justos deberes y derechos, a ser meros instrumentos al servicio de una prima de riesgo y un Íbex 35.