El orden justo

21 de septiembre de 2006

Ségolène Royal vino a la conferencia política del PSOE. Y dijo muchas cosas, y muy interesantes desde mi punto de vista. Pero me voy a quedar con este extracto:

Lo que hay en el mundo es un gran desorden: vemos desorden en la economía, en la escuela, en el medio ambiente. Ese desorden es fuente de violencia, de injusticia y de degradación económica. La gente tiene que sentir que las reglas son las mismas para todo el mundo. Eso es el orden justo.

Hoy me siento desordenada. Ha sido un día muy intenso, digamos que intelectualmente hablando. Y tengo la sensación de que mis vísceras se han desplazado y de que mis neuronas se han puesto a jugar al tetris y no han ganado ninguna partida.

De por sí soy una persona contradictoria, o así al menos lo siento yo. No tengo ningún trastorno bipolar ni nada parecido, pero vivo las emociones muy al límite. Cualquier detalle puede hacerme la mujer más feliz del mundo, y cualquier pequeña decepción puede hundirme en una profunda tristeza. No puedo evitarlo, la intensidad marca mi ritmo vital. Y, sin embargo, haciéndole la competencia a este inestable sistema emocional tengo una mente totalmente dirigida por lo que sería el "alma racional" de Platón. Vamos, que al alma irascible y apetitiva no las dejo ni asomarse normalmente. Así, más o menos, suelo compensar mis extremos y tratar de ser una persona coherente.

Pero a veces me desordeno. Me miro y me doy cuenta de repente que tengo el puzzle sin hacer. No encuentro la primera pieza y no sé por dónde empezar. Entonces me pongo muy nerviosa. Porque yo necesito tenerlo todo controlado. Imagínate, a mi alma irascible y apetitiva entrando en mi mente y haciendo de las suyas. Quién sabe cómo acabará eso. ¿Y si ya no salen? Trato de pararme a pensar y concluyo, "busca tu identidad", empieza por ahí, pero en días como hoy termino implorando... ¿y dónde está? Parece haber desaparecido esa pieza del puzzle... ¿tenía razón el calendario chino y soy serpiente y mudé la piel?

Hoy he escuchado que la religión ya se encarga de educar en ciudadanía, que favorecer la capacidad crítica puede ser un arma de doble filo, que sólo habría que dar clases a través de dinámicas de grupos para concienciar sobre problemas tales como, por ejemplo, la inmigración. Luego he escuchado a una futura maestra de educación para la ciudadanía decir que su grupo opinaba lo que opinaba ella, y a un futuro maestro no ser capaz de expresar unas sencillas conclusiones sin que aquello se pareciese más a una sopa de letras que no era capaz de resolver. Un presidente de una fundación jugaba con entusiasmo en primera fila a algún juego en su Pocket PC mientras su ponente invitado (Subdirector de la Alta Inspección del Estado) daba una interesante conferencia en la que de vez en cuando hacía referencia a él, y cuya mirada cómplice buscaba en vano. Más tarde he comprobado como algunas personas viven en una realidad paralela que no son capaces de abandonar y además pretenden convencernos al resto de que si logramos creernos las mentiras que ellos venden nosotros también podremos entrar en su mundo de humo y vivir felices a base de fingir que hacemos. Y por último he ido a escuchar hablar de política y me he encontrado con una absurda clase de algo que pretendía parecer historia. Luego varias personas han criticado algunas cosas de forma sensata y hemos vuelto a recibir una absurda clase de algo que pretendía ser más historia. Al parecer hay personas cuyo grave problema de talante y flexibilidad hacia la aceptación del pensamiento ajeno no coincidente con el propio hace que desarrollen una especie de caracteres adquiridos (al final Lamarck igual tenía razón) que se manifiestan en forma de orejeras situadas a nivel interno, más o menos a la altura del oído medio, y que filtran cualquier tipo de información que no se encuentre registrada en su sectaria base de datos "universalmente verdaderos".

Cuando por fin llego a casa me llama una amiga por teléfono. La han despedido por no someterse a la pretendida humillación de un jefecillo acomplejado.

Se me han quitado las ganas de cenar, y de dormir... ando por aquí algo perdida, buscando mi identidad. Recuerdo que la tenía justo al lado de la firme creencia en la naturaleza humana. Recuerdo que ya antes algunas veces me costó encontrarla, alguien había dejado por en medio algunas guerras, mentiras, traiciones, racismos, corrupciones, hipocresías... La terminaré encontrando esta vez también, estoy convencida, sólo está todo tan desordenado hoy... pero aparecerá al fin, en el mismo sitio, aunque algo cambiada. Seguro que tendrá una nueva dosis de fuerza y firmes creencias, volveré a ordenarlo todo con optimismo y saldré a la calle acompañada como siempre de mi imprescindible espíritu de lucha.

Y así, aunque sea desde pequeños lugares y con pequeñas acciones intentaré ayudar a Ségolène Royal a ordenar un poquito el mundo. Porque ella tiene razón. Hace falta orden, mucha falta. Tenemos que dejar de jugar a escribir, tenemos que coger las normas y las reglas y arrancarlas de los papeles, sacarlas de las leyes, de los tratados, de los convenios... y tenemos que meterlas bien ordenadas en las calles, en los colegios, en los campos, en las casas, en las relaciones, en las tomas de decisiones... porque sólo en esos lugares tienen vida, porque sólo allí cobran sentido.

Porque a este mundo le hace mucha falta el orden justo. Porque sólo en él encontrará su identidad.

7 secretos:

Anónimo dijo...

No me emociona demasiado la Segolene, pero me ha emocionado tu texto..eso si importa.

Cuidate

Anónimo dijo...

gracias por este post y por estar ahí!!!volveré

Diebelz dijo...

No sé qué decir...has llegado a encubrirte de nuevo con optimismo, acaso por la esperanza de que los problemas individuales se solucionan vía colectividad. Pese a ello, recordemos las palabras picoteadas de Benedetti : "Un pesimista es un optimista bien informado".

Porsela dijo...

Jesús, Maite... gracias por la visita y el mensajito. Maite, te devolveré las visitas ;)

Walter... bienvenido. Creo que andas por aquí ya, así que a ver si nos vemos. En cuanto a tu planteamiento, tampoco sé muy bien qué decirte. Optimismo, pesimismo... Yo a lo mío más bien lo llamaría idealismo. Y para eso creo que es necesario cierto pesimismo de vez en cuando, que te baje a la tierra, te permita un análisis más o menos objetivo (quizás prefiera llamarlo realismo) y luego el optimismo, indispensable para impular la acción. El derrotismo no sirve para cambiar nada. Y yo necesito acción, y para ello motivación e ilusión. Puede que sea una soñadora, pero es de la única forma que entiendo esta vida. Y por suerte para mí, no tengo graves problemas "individuales" que resolver, soy una afortunada. Aunque creo que es muy difícil separar lo individual de lo colectivo, o puede que yo precisamente por tener cubiertos los cajoncitos inferiores de la pirámide pueda preocuparme de otras cuestiones, y sigo siendo yo. Nunca he podido percibirme como algo que está en el mundo, me siento parte del mundo. Puede que sea un tema complicado, a ver si lo hablamos en persona, y después de haber tomado tres cervecitas, que es más divertido ;)

Fede dijo...

Según leía el texto, iba pensando "le escribiré esto", "le escribiré aquello". Pero lo bueno de los textos largos es que tienen personalidad propia. Como la de uno o la de cualquiera, de esa que también es cambiante. Y claro, de tanto cambiar el texto y sobre todo yo en esos breves minutos en que lo leí, ya no me acuerdo de nada.
Lo que sí me quedó claro es que uno tiene que vivir tranquilo. Algunas personas lo consiguen comprándose un mando para jugar a derribar o construir edificios, otros sacando fotografías (muy recomendable, según dicen por ahí) o pensando en maneras de que todo vaya un poco mejor.
El inconveniente de esta última opción es que "todo" es mucho. Lo que creo mejor es tomar eso que debería regir el "todo" y traerlo al "algo" de la vida cotidiana de cada uno. Y, así, de a poquito, como tú dices, reestablecer un poquito el orden del mundo. De todo o de un cachito de él.
Si a uno eso lo hace vivir más tranquilo.

Anónimo dijo...

¡Horror! No me hables de ordenar, que es mi gran asignatura pendiente...

Anónimo dijo...

no me gusta nada el orden, todo desordenadito es mucho mas bonito