Me pregunto qué pensará la pared sobre lo que le he contado esta tarde. Puede que la haya conmovido, quién sabe si se se está revolviendo en sus aristas porque siente ganas de doblarse y envolverme... Pero no puede.
Recuerdo tantos momentos de conversación contigo... Yo me sentaba y escuchaba. Escuchaba y escuchaba... encantada de hacerlo, tú hablabas y yo callaba, pero aquello era una auténtica conversación, un maravilloso diálogo. Con el sonido de tus palabras me llegaban además tantas cosas, y mi atento silencio te devolvía tantas otras...
Aquella tarde las horas no importaron. Puede que supiéramos que ya no habría tiempo para recuperarlas y las disfrutamos. "Y ya está. Esa es mi historia", pronunciaste al fin.
No imaginé entonces que tendría que escuchar de ti una última historia que no quería oír. Hace ya ocho días que me dijiste adiós. Pero yo me sentía pared. Porque no conseguía responderte. No podía devolverte silencio, no tenía palabras, no tenía nada. En mí se congeló el recuerdo de tantas veces que decías que no querías irte. Me inmovilizó tu lucha por aferrarte a la vida. No podía creer que no volverás a contarme todo aquello, que ya no tendré que sintonizarte más la radio, que no dormirás en mi habitación, que ya no te temblará la mano... No podía creerlo.
Hoy por fin han empezado a humedecerse mis ojos. Poco a poco, hasta que un fuerte torrente ha derribado por completo la pared. Siempre me preguntabas, "¿lo entiendes?" Ahora eres tú el que guarda silencio, así que esta vez hablaré yo, sé que esperas mi respuesta: sí, creo que lo entiendo. Lo entiendo.
Adiós abuelo...
Recuerdo tantos momentos de conversación contigo... Yo me sentaba y escuchaba. Escuchaba y escuchaba... encantada de hacerlo, tú hablabas y yo callaba, pero aquello era una auténtica conversación, un maravilloso diálogo. Con el sonido de tus palabras me llegaban además tantas cosas, y mi atento silencio te devolvía tantas otras...
Aquella tarde las horas no importaron. Puede que supiéramos que ya no habría tiempo para recuperarlas y las disfrutamos. "Y ya está. Esa es mi historia", pronunciaste al fin.
No imaginé entonces que tendría que escuchar de ti una última historia que no quería oír. Hace ya ocho días que me dijiste adiós. Pero yo me sentía pared. Porque no conseguía responderte. No podía devolverte silencio, no tenía palabras, no tenía nada. En mí se congeló el recuerdo de tantas veces que decías que no querías irte. Me inmovilizó tu lucha por aferrarte a la vida. No podía creer que no volverás a contarme todo aquello, que ya no tendré que sintonizarte más la radio, que no dormirás en mi habitación, que ya no te temblará la mano... No podía creerlo.
Hoy por fin han empezado a humedecerse mis ojos. Poco a poco, hasta que un fuerte torrente ha derribado por completo la pared. Siempre me preguntabas, "¿lo entiendes?" Ahora eres tú el que guarda silencio, así que esta vez hablaré yo, sé que esperas mi respuesta: sí, creo que lo entiendo. Lo entiendo.
Adiós abuelo...
2 secretos:
Me he emocionado.
Conchi un beso... no sé qué decir...
Ana
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