Relato de ficción

2 de marzo de 2010

Tras la esperada derrota los perdedores salieron a la calle. Era inevitable que se dibujara una expresión de cierta tristeza en sus caras después de todo el trabajo y la ilusión invertida. El Gran Hombre descansaba asomado a la barandilla de la sexta planta del lujoso hotel. Se encontraba rodeado de gente que reía y hablaba escandolosamente. Celebraban la victoria. El bullicio llamó la atención del grupo de abajo, que alzó la mirada. El Gran Hombre dirigió la suya hacia ellos. Instantáneamente, el escenario se difuminó y sólo quedó en escena una fuerte sensación de Deja Vu que les transportó a una época ahora rota. Los perdedores, sin mediar palabra, se miraron entre ellos y, casi a una sola voz, exclamaron levantando los brazos: "¡¡Tírate Gran Hombre!!". El Gran Hombre, durante breves segundos, experimentó un sentimiento de nostalgia que le ensombreció el rostro jubiloso. Durante ese tiempo la gente que le rodeaba se le antojó extraña. Ninguno podía entender el significado de lo que acababa de ocurrir. Mientras esto sucedía dudó por un momento de que aquellos últimos meses hubieran merecido la pena. Pero rápidamente computó lo que el recién estrenado triunfo le traería y decidió olvidar el sentimentalismo. No le costó. Se dio la vuelta y se perdió entre la marea de abrazos y felicitaciones mutuas. Las personas del grupo de abajo se volvieron a mirar entre ellos y rompieron a reir a carcajadas. El atisbo de tristeza había desaparecido de sus semblantes. Sólo quedaba la ilusión, la convicción y la alegría que les movía. Con ellas y entre bromas y chistes abandonaron todos juntos el lugar.

3 secretos:

noe dijo...

Qué bueno es poder leerte y trabajar al tiempo la imaginación. No dejes de hacerlo, aunque no sea tan a menudo como a los que te seguimos nos gustaría, estaremos a la espera.
Besitos

Porsela dijo...

Gracias. Ya te lo descifraré a ver si has acertado ;) Un besito.

Ojhala dijo...

Uyuyuy... El Gran Hombre no sería tan grande si estuviese a pié de calle, pero llegará un día en que tendrá que bajar y, quizá entonces, apele al sentimentalismo.

¿Qué apostamos?