(..) el cerebro límbico, el hemisferio derecho, no ha tenido un desarrollo somático ni funcional. Y, desgraciadamente, todavía hoy predomina sobre el otro. Todo lo que pasa en las grandes tragedias se debe al hecho de que este cerebro arcaico domina al de la verdadera razón. Por eso debemos estar alerta. Hoy puede ser el fin de la humanidad. En todas las grandes tragedias se camufla la inteligencia y el razonamiento con ese instinto de bajo nivel. Los regímenes totalitarios de Mussolini, Hitler y Stalin convencieron a las poblaciones con ese raciocinio, que es puro instinto y surge en el origen de la vida de los vertebrados, pero que no tiene que ver con el razonamiento. El peligro es que aquello que salvó al australopithecus cuando bajó del árbol siga predominando.
Ser de izquierdas
19 de abril de 2009
(..) el cerebro límbico, el hemisferio derecho, no ha tenido un desarrollo somático ni funcional. Y, desgraciadamente, todavía hoy predomina sobre el otro. Todo lo que pasa en las grandes tragedias se debe al hecho de que este cerebro arcaico domina al de la verdadera razón. Por eso debemos estar alerta. Hoy puede ser el fin de la humanidad. En todas las grandes tragedias se camufla la inteligencia y el razonamiento con ese instinto de bajo nivel. Los regímenes totalitarios de Mussolini, Hitler y Stalin convencieron a las poblaciones con ese raciocinio, que es puro instinto y surge en el origen de la vida de los vertebrados, pero que no tiene que ver con el razonamiento. El peligro es que aquello que salvó al australopithecus cuando bajó del árbol siga predominando.
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Etiquetas: Política
Conversaciones con mi abuelo
9 de abril de 2009
A mí me cogió la mili, y salíamos por la mañana a las ocho. Cuando nos levantábamos, había debajo del cuartel un ensanche muy grande. Y cerca de la carretera, todos los días, todos los días, todos los días: un camión, de guardias civiles, otro camión, de guardias civiles, otro camión, de hombres, otro camión de guardias civiles. Y había un descampado que estaba hecho para eso, allí se hacían prácticas de tiro. Había un terraplén y tal. Cuando veíamos pasar los camiones, a los diez minutos se oía “tatatatata”, “pompompom”. Si iban siete o diez, los fusilaban allí… y ya está. Y nosotros lo oíamos todos los días, todos los días. Por cierto, que como yo fui a la mili en el año 42, nos juntamos siete quintas en el cuartel: la 36, la 37, la 38, la 39, la 40, la 41 y la 42. Y contaban los más viejos, los de la 36 ó 37 un caso que se dio. Porque claro, allí al principio, cuando terminó la guerra, allí mataban a los condenados a muerte igual, pero los mataban los soldados del cuartel, los mismos soldados, ¿comprendes? La guardia civil iba alrededor haciendo guardia, vigilancia, pero el pelotón de piquetes lo formaban con los soldados que estaban allí en el cuartel. Entonces, nombran a un muchacho piquete, seguramente sería por sorteo. Una escuadra, que son seis, pues a lo mejor hacían un par de escuadras. Bueno, y había un descampado muy grande, después unas casas viejas, que había que atravesar, a continuación encontrabas otro descampado y allí estaba el muro del campo de tiro, donde fusilaban a la gente. Y nada, a este muchacho, le toca piquete. Había gente que se escandalizaba, claro, tenía que ir allí a matar, un hombre inocente a matar a otro inocente. Y nada, aquél chico estaba, pues como todos, asustaíco, muy asustaíco, y a la fuerza, como todo en aquella época, que se hacía todo a la fuerza. Entonces forman el piquete, bajan a los reos, y les ponen delante. - ¡Carguen! Y lo hace, pero cuando el muchacho levanta la cabeza, fue levantar el arma y caer al suelo redondo. Lo cogieron, y preguntaban - ¿Qué le pasa a este muchacho? Y uno que lo conocía dice… “Es que ahí delante está su padre”. Cuando levantó la cara, al que tenía que matar era su padre. Y a él le dio tanta impresión que cayó. Entonces, lo espabilaron, y le dijeron “venga, no pasa nada, venga”. Y a su padre lo apartaron. Y terminaron de hacerlo, fusilaron al resto. A otros soldados que había por allí les pidieron que se llevaran al muchacho. Y cuando, en el camino de vuelta, ya habían atravesado las casas viejas que ocultaban el campo de tiro, sonaron más disparos. Y el chico volvió a caer redondo al suelo. Y nada, a su padre lo habían fusilado, pero que le tocaba fusilarlo a él. Fíjate si ese tío pequeñico ha hecho daño. Eso era el régimen franquista.
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El G-20 según Ignacio Escolar
4 de abril de 2009
¿Qué puede más? ¿Una fuerza imparable o un obstáculo insalvable? ¿El mayor plan de impulso económico de la historia o la recesión más grave jamás conocida? Está por ver, pero al menos ha regresado algo de optimismo. “Éste es el día en el que el mundo se une para contraatacar”, asegura un épico Gordon Brown. “Es histórico”, repiten todos los líderes del G20 en distintas lenguas, con distintos acentos. ¿Es el principio del fin de la crisis? Es pronto para decirlo. Al menos es un buen principio.
A diferencia de la anterior cumbre del G20 en Washington, en esta ocasión el comunicado oficial no es una recopilación de cantos al sol, sino que establece medidas concretas; tan claras como sus largas filas de ceros. Tan contundentes que, desde hoy, al plan Marshall habrá que ponerle un diminutivo.
“Es un nuevo orden económico” , “un plan Marshall global”, afirma Gordon Brown. Las similitudes con aquella formidable inversión estadounidense, que permitió la recuperación de Europa tras la guerra, son más que obvias. Otra vez se trata de una inversión tan necesaria como rentable para los que la promueven, pues ayudar a los países en dificultades para que así vuelvan a consumir, permitirá que la economía gire de nuevo. A diferencia de las anteriores grandes montañas de dinero contra la crisis, estos 1,1 billones de dólares están destinados a ayudar a los países, no a los banqueros.
La mayor parte de estos recursos estarán en manos del FMI, que los repartirá en forma de créditos a las naciones emergentes y en desarrollo, ahogadas por la sequía financiera. Aún faltan muchos detalles por cerrar que no son banales. El primero, garantizar que el FMI no vuelva a sus malas costumbres y aproveche ese dinero para imponer su política económica, recortes en el gasto social y privatizaciones de las empresas públicas; esa receta hoy tan cuestionada. Tampoco está garantizado qué los países más pobres, los que más lo necesitan, accedan a las ayudas. A ellos, los que menos tienen, no les ha tocado el gordo, pero sí la pedrea: un 10% del nuevo plan, 106.000 millones de dólares.
No todo es dinero. También están también las reglas. “La era del secreto bancario se ha terminado”, proclamó orgulloso Sarkozy, haciendo suyo uno de los párrafos más contundentes del comunicado, una frase que lleva su firma. Una vez más, es un buen comienzo, pero habrá que esperar a ver cómo sigue la película. Hace apenas unos meses habría sido impensable un mensaje tan duro de un foro como éste, que representa el 80% de la economía del planeta. Sin embargo, está por aclarar qué entiende el G20 por paraíso fiscal, pues el comunicado remite a una lista negra de la OCDE donde, según publica Le Figaró, lo que más abundan son los grises. Si esto es todo, amigos, el infierno de la evasión de impuestos seguirá tan lleno como siempre.
Pero más allá de los detalles, de los ceros, de la ilusión y la decepción de las medidas finales, lo que sí es cierto es que de aquí no ha salido un Bretton Woods, sino algo mucho más importante, aunque el capitalismo no haya sido refundado. En aquella cumbre donde se sentaron las bases de la economía actual, el mundo estaba dividido. Fueron las reglas del bloque occidental, en parte como respuesta ante el empuje amenazante del bloque soviético. Lo que queda de aquel comunismo estaba ayer aquí, sentado junto a Obama. La cumbre de Londres es el estreno de algo mucho más grande que la crisis: el primer decreto ley de un auténtico gobierno mundial.
Por Ignacio Escolar
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Etiquetas: Política