Conversaciones con mi abuelo

9 de abril de 2009

Una historia que me contó el otro día mi abuelo durante la sobremesa. La transcribo tal y como él me la relató.

A mí me cogió la mili, y salíamos por la mañana a las ocho. Cuando nos levantábamos, había debajo del cuartel un ensanche muy grande. Y cerca de la carretera, todos los días, todos los días, todos los días: un camión, de guardias civiles, otro camión, de guardias civiles, otro camión, de hombres, otro camión de guardias civiles. Y había un descampado que estaba hecho para eso, allí se hacían prácticas de tiro. Había un terraplén y tal. Cuando veíamos pasar los camiones, a los diez minutos se oía “tatatatata”, “pompompom”. Si iban siete o diez, los fusilaban allí… y ya está. Y nosotros lo oíamos todos los días, todos los días. Por cierto, que como yo fui a la mili en el año 42, nos juntamos siete quintas en el cuartel: la 36, la 37, la 38, la 39, la 40, la 41 y la 42. Y contaban los más viejos, los de la 36 ó 37 un caso que se dio. Porque claro, allí al principio, cuando terminó la guerra, allí mataban a los condenados a muerte igual, pero los mataban los soldados del cuartel, los mismos soldados, ¿comprendes? La guardia civil iba alrededor haciendo guardia, vigilancia, pero el pelotón de piquetes lo formaban con los soldados que estaban allí en el cuartel. Entonces, nombran a un muchacho piquete, seguramente sería por sorteo. Una escuadra, que son seis, pues a lo mejor hacían un par de escuadras. Bueno, y había un descampado muy grande, después unas casas viejas, que había que atravesar, a continuación encontrabas otro descampado y allí estaba el muro del campo de tiro, donde fusilaban a la gente. Y nada, a este muchacho, le toca piquete. Había gente que se escandalizaba, claro, tenía que ir allí a matar, un hombre inocente a matar a otro inocente. Y nada, aquél chico estaba, pues como todos, asustaíco, muy asustaíco, y a la fuerza, como todo en aquella época, que se hacía todo a la fuerza. Entonces forman el piquete, bajan a los reos, y les ponen delante. - ¡Carguen! Y lo hace, pero cuando el muchacho levanta la cabeza, fue levantar el arma y caer al suelo redondo. Lo cogieron, y preguntaban - ¿Qué le pasa a este muchacho? Y uno que lo conocía dice… “Es que ahí delante está su padre”. Cuando levantó la cara, al que tenía que matar era su padre. Y a él le dio tanta impresión que cayó. Entonces, lo espabilaron, y le dijeron “venga, no pasa nada, venga”. Y a su padre lo apartaron. Y terminaron de hacerlo, fusilaron al resto. A otros soldados que había por allí les pidieron que se llevaran al muchacho. Y cuando, en el camino de vuelta, ya habían atravesado las casas viejas que ocultaban el campo de tiro, sonaron más disparos. Y el chico volvió a caer redondo al suelo. Y nada, a su padre lo habían fusilado, pero que le tocaba fusilarlo a él. Fíjate si ese tío pequeñico ha hecho daño. Eso era el régimen franquista.

4 secretos:

Diebelz dijo...

La verdad...me he vuelto a quedar sin palabras.

Porsela dijo...

Así me quedé yo también... Él me decía, "¿lo has entendido?". Y me repetía, "que era a su padre a quien tenía que matar".

noe dijo...

La historia es muy muy muy triste, pero qué bueno es tener a gente así que te cuente cosas, evitando que se pierdan en el olvido, aunque sean atrocidades, es un legado no?

Zene dijo...

Se me han puesto los pelos de punta. Seguro que la Guerra Civil y, sobre todo, la posguerra están llenas de historias de este estilo.