La dama desencarnada

2 de marzo de 2006

Sucedían anónimos los días. Obedecía la rutina.
Hasta ayer, hace años, o siglos... ¿o siempre?
Aquel sueño intruso bautizó mi hado.
El hipnotizador chasqueó los dedos. Resonaba la sentencia. Protesté. Pero fue tarde.
Vagones y vagones y vagones avanzaban ya con mis retratos hacia el exilio.
Quién sabe hacia donde. Probablemente a tierra de nadie.
Allí permanecerán todos mis retratos: mi pelo, mis ojos, mi piel, mis manos, mi boca...
Sólo me quedó el alma vacía.
Perdí mis retratos de mujer... y de ser.
El TÚ me traspasa, como el viento las rejas de la celda.
En el inmenso desierto de la existencia hueca
sólo la mirada sostiene a esta dama desencarnada.

Primer homenaje a Nadie.

Basado en el capítulo "la dama desencarnada". El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Oliver Sacks.