Teoría del acto ético

17 de agosto de 2011

El primer elemento clave de la teoría Kantiana del acto ético puro reside en la distinción entre el acto realizado exclusivamente de acuerdo con el deber, y el acto sólo realizado por deber. Sólo este último es ético en sentido estricto. Uno puede actuar de acuerdo con el deber a causa de diversos intereses personales: quiere evitarse incomodidades, quiere dejar una buena impresión, espera un beneficio, etc. Para Kant, una acción de este tipo es patológica, y aunque se realice de acuerdo con el deber, nunca constituye un acto ético. Un acto ético es sólo el que se realiza exclusivamente por deber. En primer lugar, esto significa que ese acto, en sentido estricto, no tiene exterior: su fundamentación debe ser siempre una autofundamentación. Un acto no necesariamente se basa en razones externas a él (nuestros impulsos y motivos "internos" también se cuentan entre estas razones). Es posible que surja sólo de sí mismo, como idéntico a la ley moral; en caso contrario es "no puro", "patológico", en el sentido propio de la palabra. Por otro lado, ese acto no tiene exterior, en cuanto todos los efectos, consecuencias, todo lo que sigue después de él, debe abstraerse y ponerse entre paréntesis. En el acto no hay ningún después. Esto es lo que Kant repite incansablemente: un acto ético está más allá de todos los criterios de utilidad, eficacia, etc.; es -para emplear la metáfora kantiana- una joya que brilla y vale por sí misma. Lo que cuenta es sólo un acto sin propósito fuera de sí mismo, que encierra en sí su propio propósito; el único propósito de ese acto es su propia realización, siendo, por así decirlo, "un acto sin propósito". Si actuamos para obtener esto o aquello, no se trata de un acto. En última instancia, ese acto es esencialmente un producto de sí mismo. Representa algo absolutamente firme, aunque sin base. Es el punto de la firmeza y la certidumbre absoluta que flota en el vacío: es "en sí mismo".
Alenka Zupancic
TODO LO QUE USTED
SIEMPRE QUISO
SABER SOBRE
LACAN
Y NUNCA SE
ATREVIÓ A
PREGUNTARLE A
HITCHCOCK
Slavoj Zizek (compilador)